From: Cervantes: Bulletin of the Cervantes Society of America
4.2 (1984): 123-37.
Copyright © 1984, The Cervantes Society of America
REVIEW ARTICLE |
|
|
FRANCISCO MÁRQUEZ VILLANUEVA |
PARTICULAR DESTINO DE LA crítica cervantina fue el
no haber alcanzado su mayoría de edad hasta la aparición en
1925 de El pensamiento de Cervantes de Américo Castro. Las
vivas discusiones que se siguieron, así como la inmediata toma de
altura en casi todos los aspectos del campo, acreditan la centralidad del
Cervantes pensador como responsable inmediata del repentino deshielo o apertura
del dique. La idea de codear a Cervantes con los grandes ingenios del
Renacimiento constituyó un liberador rayo de luz y la evidencia, para
muchos escandalosa, de su familiaridad creadora con Erasmo vino a mostrarse
como vertebral de la nueva visión crítica. El posterior desarrollo
de las teorías de Castro le condujeron después a atribuir a
dichos elementos “europeos” (nunca en sí negados) una eficacia
no muy superior a la de simples materiales de construcción. Han pasado
los años y un excelente libro de Alban K. Forcione, Cervantes and
the Humanist Vision: A Study of Four Exemplary Novels (Princeton: Princeton
University Press, 1982) viene hoy a ocuparse de los mismos problemas. Lo
hace armado con el arsenal de la explosión de conocimientos, de los
recientes avances en materia de teoría literaria y, muy en especial,
de un agudo espíritu revisionista.
Y es, confesadamente, un libro “de
tesis,” y de tesis bien defendida. Las Novelas ejemplares se
acreditan como una de las máximas
|
||
124 | FRANCISCO MÁRQUEZ VILLANUEVA | Cervantes |
|
contribuciones españolas al acervo del humanismo cristiano (p. 21).
Cervantes se descubre a sí mismo, como pensador y como artista, en
el seno de dicha tradición, y el esfuerzo de F. vuelve a un planteamiento
similar, en conjunto, al del primer estadio de Castro en El pensamiento
de Cervantes. Semejante postura crítica no puede dejar de ser,
a su vez, profundamente rectificadora y aquí es donde entran en juego
bibliografía y conocimientos especializados que no estuvieron a
disposición de Castro. F. se esfuerza, en especial, por alejar a Cervantes
y a su erasmismo de la forma como Castro los acercaba a la heterodoxia de
su tiempo y a una especie de anacrónico anticipo del Siglo de las
Luces (pp. 345, 351). Tal vez se trate en esto de una oscilación pendular,
porque Erasmo es aquí un escritor cristiano y edificante, como sin
duda lo era para no pocos y para el mismo Cervantes, pero no para la España
oficial de su tiempo. El humanismo cristiano de Cervantes no tendría
así nada de polémico, de atrevido ni de cauteloro en cuanto
fenómeno de época sin ningún significado ulterior a
sí mismo. En este libro la Inquisición y su espíritu
sencillamente no existen y todo él transcurre dentro y al abrigo de
una España sin problema. Nada, pues, de compromiso, de
inhibición ni de autocensuras creadoras. Dada la inquietud más
o menos abierta con que buena parte de la crítica ha venido considerando
la cuestión del erasmismo de Cervantes, el libro de F. vendrá
a ejercer sobre ella un efecto liberador o catártico. La oportunidad
de reducir a una dimensión técnica lo que antes era el caso
de conciencia de un Cervantes más o menos disidente o “del otro
lado,” se halla sin duda destinada a caer como un bálsamo sobre
ciertos sectores de opinión.
‘El celoso extremeño’ and
the Classical Novella: The Mystery of Freedom estudia la superación
cervantina del clásico tema a lo Boccaccio del engaño del marido.
A primera vista se perfila como lo más “formulaico” (p.
91) de toda la obra de Cervantes, pero después se la verá abocarse
a un desenlace tan complejo que parece desafiar la misma capacidad del narrador
para sondearlo (p. 88). El problema de las dos versiones se considera aquí,
fuera de las usuales controversias sobre responsabilidad moral del autor,
como profunda revisión de causas puramente artísticas, determinadas
por un repudio inicial del carácter de sátira localista y por
crecimiento de Leonora como personaje autónomo. El manuscrito de Porras
de la Cámara, que finaliza en un panorama de
“desolación” (p. 83), da paso a un planteamiento que incorpora
de lleno el optimismo de Erasmo y de Vives sobre la inviolable libertad humana,
con el triunfo del albedrío sobre el sexo. Dicho crecimiento
|
||
4 (1984) | Erasmo y Cervantes, una vez más | 125 |
|
afecta igualmente a Loaysa, revestido ahora de una personalidad demoníaca,
no muy alejada de la del Don Juan de Tirso (pp. 40 y 48). Lo ocurrido en
la casa sevillana de Carrizales significa así una
“demonización” del mundo de los instintos. Pero cabe preguntarse
si el crítico no avanza en exceso por esta vía trascendentalista,
dando espaldas a la omnipresencia del humor cervantino y al hecho de que
tan terrible resultado no se produce sino a causa de la porfía de
Carrizales en contrariar a la Naturaleza. El virote no viene a contar en
la tragedia sino como prop mostrado, cual puro objeto, a la luz de
la vela, ante la reprimida sexualidad de las mujeres. Y Loaysa, por lo
demás, no pasa nunca de ser un personaje de vía estrecha, un
señorito irresponsable en busca de diversiones. Tanto éste
con sus disparatados juramentos como la dueña invocando su
“diezmo,” no son sino claros chistes, sí, de muy viejo erasmista
(generación de los hermanos Valdés), más bien que tales
rasgos demonizadores. Cervantes, se nos dice, renuncia allí a la crudeza
sexual que parecía imponer el tema (p. 46). Verdad sólo a medias
y que impondría más bien un diagnóstico de
“sublimación” cómica de aquella
casa,1 protagonista de una típica historia
de “penetración” y pretexto para el conjuro de un risueño
y todavía inexplorado microcosmos de agujeros, grietas, llaves y gateras
(contra toda verosimilitud, en la alcoba) en cuanto obvias imágenes
eróticas. Valga en esto como axioma que el crítico cervantino
se halla en todo momento bajo un serio compromiso de ser el primero en
reír.
Cervantes' ‘La Gitanilla’ as Erasmian
Romance constituye un libro por derecho propio y es, sin duda, el más
logrado de los cuatro estudios que aquí se nos ofrecen. Básicamente,
la novela ha sido construida como despliegue de un concepto erasmista del
matrimonio, derivado en forma directa de los Coloquios, es decir,
de lo más avanzado y radical del Roterodamo. En La Gitanilla
hombre y mujer eligen libre y racionalmente la vida en mutua amistad bajo
el vínculo del sacramento, garantía a su vez de una sociedad
armónica y en paz consigo misma. Más aún, uno de los
grandes secretos cervantinos, su visión amable y positiva de la
condición humana, es relacionado muy de cerca con el optimismo de
Erasmo en lo relativo a la restauración de la naturaleza bajo
1 Sobre
la casa como metáfora del cuerpo humano, “especially the female,
maternal body,” House en A. de Vries, Dictionary of Symbols
and Imagery (Amsterdam-London: North Holland, 1974). Habitual simbolismo
somático en los sueños, donde “windows, doors and gates
stood for openings in the body” (Introductory Lectures on
Psycho-Analysis, Standard Edition of the Complete Works of S. Freud [London:
Hogarth Press, 1963], XV, 159).
|
||
126 | FRANCISCO MÁRQUEZ VILLANUEVA | Cervantes |
|
un concepto teológico cristiano (p. 159). Preciosa resulta a veces un eco casi demasiado directo (p. 114) de la María de Proci et Puella, pero las consecuencias son todo lo contrario de revolucionarias, abocadas a un estricto respeto del espíritu tridentino, como prueban las circunstancias del desenlace. A tono con dichos ideales (y en uno de los mayores aciertos del libro) cabe explicar funcionalmente la presencia de los poemas intercalados, en especial el elogio y acción de gracias por la maternidad de la reina Margarita.2 En contraste con el mundo, no ya ideal, sino harto práctico de los amantes, se hallan, a derecha e izquierda, el mundo agitado y corrupto de la corte y el (nuevamente) demoníaco de los gitanos. Pero, igual que para críticos anteriores, este último termina por ser un grave problema en su ambigüedad, volcado aquí en el ya familiar giro trascendentalista. En rigor, el mundo gitano no es ni rousseauniano ni demoníaco, sino una alternativa vital llena de relatividades y de saldo, en todo caso, más favorable que la viciosa holganza cortesana. Cervantes se ha entregado con visible regusto a construir dicha alternativa con la pericia observadora de un moderno antropólogo,3 porque ¿acaso no habían sido los erasmistas españoles grandes aficionados a lo que hoy llamaríamos folklore y tradiciones populares? De un modo u otro, es ese ámbito gitano el que hace posibles la puesta a prueba y el crecimiento del amor puro bajo condiciones de sana libertad, porque aun sin ser perfecto no se impone como coacción al individuo. Con todo ello saca ya ventaja a ese otro mundo nobiliario y convencional que termina por reclamar para sí a la pareja. Nótese que si el matrimonio canónico se hace posible en el decantado desenlace “ejemplar,” no es debido a ninguna razón de orden superior, sino porque ambas familias ven en ello una alianza socialmente ventajosa y nada más. En cuanto tal gitanilla la virtud, ingenio y poesía de Preciosa no tenían una chance. Y una idea extraña: Preciosa no registra como antecedente a la Aldonza de La Lozana andaluza (pp. 115 y 209), que no es “the other dancing Gipsy maiden of Spanish literature,” pues era sólo cordobesa y conversa, y apenas si fue nunca doncella.
2 F. se halla bastante
inclinado en su fuero interno a admitir la participación cervantina
en la Relación de las fiestas vallisoletanas de 1605 por el
nacimiento del príncipe heredero (pp. 194 n., 199). Tal es también
mi propia persuasión desde hace algún tiempo y por razones
que algún día expondré.
3 M. Laffranque,
“Encuentro y coexistencia de dos sociedades en el Siglo de Oro. ‘La
Gitanilla’ de Miguel de Cervantes,” Actas del Quinto Congreso
Internacional de Hispanistas (Bordeaux: Instituto de Estudios Ibéricos
e Iberoamericanos, 1977), pp. 549-61.
|
||
4 (1984) | Erasmo y Cervantes, una vez más | 127 |
|
‘El licenciado Vidriera’ as a
Satirical Parable: The Mystery of Knowledge se concentra sobre una
interpretación caracteriológica del loco vítreo,
acertadamente considerado como uno de los grandes “fools” del
Renacimiento (p. 232). El licenciado Tomás Rodaja encarna la desmedida
voluntad del saber por el saber, en ausencia de toda otra ulterioridad. Sus
conocimientos no le conducen al ideal erasmista de humanitas (p. 260),
en cuanto visión ennoblecedora de lo humano y ello hace de él
una negación de lo más caro a la philosophia christi
reduciéndole a un filósofo antiguo, un verdadero cínico,
misántropo despiadado y odioso, en medio del deslumbramiento
cristalino4 de su inteligencia. Vidriera se
condena así a la soledad, lejos de todo contacto humano, que en más
de un sentido llega a ser para él un supremo peligro. Nada hay para
Erasmo más anticristiano que la crítica como postura
sistemática (p. 257), tan alejada además del humor indulgente
que, con Rosales (p. 269), consideramos como “cervantino.” Y en
contraste violento, para colmo, con la generosidad de la locura quijotesca
(p. 291), paradigma de saber frente a conocer (p. 297), embriaguez
de teoría y de dogma opuesta al escepticismo empírico de Sancho
Panza (p. 312), que sabe muy bien lo que es caridad. La liberación
final de su locura hará de él, por vez primera, un ser útil
a la comunidad en el oficio de las armas, destinado a salvarle,
paradójicamente, en su heroica muerte (p. 316), lejos de su patria.
Es el capítulo que más objeciones
suscita. Vidriera, para comenzar, no puede ser estudiado como carácter
independiente, hallándose, como está, mediatizado de arriba
abajo por su naturaleza genérica de “loco”
literario.5 No deja de sorprender este ignorar
su dimensión bufonesca, a la vez tan erasmiana y tan emparentada con
la paradoja
4 No debe
de olvidarse en esto la común aceptación contemporánea
del cristal corno signo del más elevado Espíritu, según
expresa el boticario Gaspar de Morales en su Libro de las virtudes y
propriedades marauillosas de las piedras preciosas (Madrid, 1605), f.
201v. Para ésta y otras referencias sobre el mismo particular, F.
Márquez Villanueva, “Los joyeles de Felismena,” Revue
de Littérature Comparée. Hommage à Marcel Bataillon,
52 (1978), 269-70.
5 Conforme a
lo expuesto por el reciente corpus de investigación en torno
a tal concepto, principalmente R. Klein, “Un aspect de l'herméneutique
á l'âge de l'humanisme classique. Le thème du fou et
l'ironie humaniste,” Archivio di Filosofía, 3 (1963),
11-25; W. Kaiser, Praisers of Folly. Erasmus. Rabelais. Shakespeare
(Cambridge: Harvard U. Press, 1963); B. Könneker, Wesen und Wandlung
der Narrenidee im Zeitalter des Humanismus (Wiesbaden, 1966); J. Lefebvre,
Les fols et la folie. Étude sur les genres du comique et la
création littéraire en Allemagne pendant la Renaissance
(París, 1968); P. Valesio, “The Language of Madness in the
Renaissance,” Yearbook of Italian Studies (1971), 199-234; W.
[p. 128] Willeford, The Fool and his Scepter
(Northwestern Un. Press, 1969); estudios del volumen colectivo Folie et
déraison à la Renaissance (Bruselas, 1976). Para España,
en especial, M. Bigeard, La folie et les fous littéraires en Espagne
1500-1650 (París, 1972); B. Periñán, Poeta ludens.
Disparate, perqué y chiste en los siglos XVI y XVII (Pisa, 1979).
Curiosamente, el filón de la locura literaria apenas si ha sido
aprovechado en Cervantes and the Humanist Vision.
|
||
128 | FRANCISCO MÁRQUEZ VILLANUEVA | Cervantes |
|
de la Moria. La figura del “loco” o bufón de corte ascendió a ser proyección emblemática del humanismo cristiano, en cuanto voz insobornable de la verdad que los cuerdos no se atreven a proclamar. Aliada con el poder liberador de la risa, la crítica irrestañable del “loco” reviste un carácter de amarga y revulsiva medicina para los males públicos y secretos del cuerpo social. No es, pues, gratuitamente amarga ni cínica y, por el contrario, fue en el Coloquio de los perros donde Cervantes se reservó el enjuiciamiento de la escuela de Diógenes. El cuerpo central de la obra, con su colección de los geniales dichos e impertinencias del loco Vidriera,6 es la obra maestra del jestbook de todos los tiempos. En este mester de la locura el licenciado lo es por partida doble, al acumular esta otra licencia bufonesca, que le permite actuar como medium para el más absoluto juicio moral. Sus víctimas por eso le llamarán alguna vez bellaco, pero nunca embustero. Sus burlas contra conversos, lo mismo que ciertos despuntes asestados a gente de Iglesia, no son, como aquí se califican, ápices de una virulenta crítica “de sangre,” sino fidelidad a las características temáticas que se habían vuelto de rigor en la gran tradición de la bufonería
6 Conforme
al juicio ya clásico de M. Bataillon: “Un sabroso anecdotario,
suprema flor de la literatura de apotegmas puesta de moda por el erasmismo”
(Erasmo en España [México: Fondo de Cultura Económica,
1966], p. 779). “Literatura de apotegmas,” pero además puro
jestbook también, en cuanto colección de los dichos
ingeniosos de un “loco” en acto de público entretenimiento.
Conforme a tal categoría literaria, el juicio larvado sobre la sociedad
circundante: “Buffoons can only flourish, jestbooks can only be written
in a society where the general level of sensitivity is not very high”
(E. Welsford, The Fool: His Social and Literary History [London, 1935],
p. 50). Vidriera ejerce por tanto una función socialmente saludable
y educadora, pues en dicho papel el “loco” es a la vez “an
educator . . . for he draws out the latent folly in his audience”
(ibid., p. 28). Como observa además M. Bigeard para el caso
de Vidriera: “D'où cet espèce d'apostolat de la sagesse
populaire qui le conduit à travers les rues de Valladolid” (La
folie, p. 97). Sobre el lenguaje de la locura en Vidriera, Valesio,
“The Language of Madness,” p. 214. Todo futuro estudio de estas
cuestiones habrá de contar desde ahora con la aportación de
A. Redondo “La folie du cervantin Licencié de verre (traditions,
contexte historique et subversion),” Les visages de la folie
(1500-1650), ed. A. Redondo y A. Rochon (París: Publications de
la Sorbonne, 1981), p. 33-44.
|
||
4 (1984) | Erasmo y Cervantes, una vez más | 129 |
|
literaria española (trovadores del Cancionero de Baena, Montoro,
Francesillo de Zúñiga, Villalobos,
Horozco).7 Enfáticamente, Cervantes
no derrocha nunca tanto primoroso esfuerzo en torno a un personaje negativo
o vituperable y el desdichado Vidriera reúne todos los títulos
para figurar en la galería de sus creaciones más nobles.
Vidriera ofrece, además, otra
dimensión de carácter profundamente trágico y engranado
con la realidad española de la época. Con su pretensión
de alcanzar la gloria a través de las letras y el ingenio, Rodaja
ha sido desde el primer momento hombre condenado en una tierra que no ofrece
lugar ni techo para el intelectual. Más aún, su afán
de valer por sí mismo le marca como un subversivo latente en una sociedad
cuyas leyes consagran el privilegio y establecen criterios de honor desligados
(como la limpieza de sangre) del mérito individual. Por eso la locura
sólo viene a permitir la plena expresión de esta larvada
personalidad, ofreciéndole una realización liberadora, aunque
sólo sea temporal y precaria. Vidriera se halla rodeado de
corrupción hipócrita y no de un populus christianus
al que malpague con el flagelo de su sátira. Dicha situación
de “loco” es en sí degradante, tolerada sólo en cuanto
objeto de risa y comunal entretenimiento, lo cual le hace blanco de la befa
pública, con un inevitable cortejo de muchachos. En resbaladizo terreno
paradójico,8 el fraile que le devuelve
la razón lo arranca también del único contexto vital
en que el licenciado puede hacer algún sentido y lo abandona a una
implacable y aún más cruel realidad de hombre cuerdo. Como
Letras, ingenio y valer no dan para subsistir en la corte (y Cervantes lo
sabía mejor que nadie), Rodaja-Rueda ha de cambiar los libros por
la espada, nada más que para dar un final honroso a su vida frustrada,
cual verdadero sacrificio humano a la futilidad monumental de las guerras
de Flandes.
Cervantes' Secularized Miracle: ‘La
fuerza de la sangre’ procura darnos una explicación profunda
de la más desorientadora de las Novelas ejemplares. La idea
clave es aquí el hilo conductor de una utilización
novelística de las formas del milagro hagiográfico popular,
con especial referencia a las fiestas toledanas por la translación
de Santa Leocadia. La encuesta ha de someterse así a un cuidado replanteo
de la actitud cervantina
7 F.
Márquez Villanueva, “Jewish Fools of the Spanish Fifteenth
Century,” Hispanic Review, 50 (1982), 385-409; “Un aspect
de la littérature du ‘fou’ en Espagne,” L'Humanisme
dans les lettres espagnoles (París: Vrin, 1979), pp. 233-50.
8 Claramente
relacionado con un caso similar que relata Juan Huarte de San Juan, conforme
a la identificación de A. Vilanova, Erasmo y Cervantes (Barcelona:
CSIC, 1949), p. 52.
|
||
130 | FRANCISCO MÁRQUEZ VILLANUEVA | Cervantes |
|
hacia los trasfondos religiosos del tema del milagro, rebotada, sobre todo,
por el tratamiento distanciado de la historia del Cautivo en el
Quijote (p. 349). Cervantes reelabora en La fuerza de la sangre
los motivos hagiográficos del niño resucitado y acusador de
su padre (p. 366), a la vez que un perfil a grandes rasgos del martirio de
Santa Leocadia (p. 388). La imagen central de la sangre (la virginal de la
madre y la accidentalmente vertida por el hijo), se apoya sobre una
obsesión de época (p. 381), tan pujante en el plano
religioso9 como en el profano. El aprovechamiento
esquemático del milagro restaurador del orden, la aparición
icónica y procesional de Leocadia en el desenlace, el discurrir
providencial del caso, suscitan difíciles problemas lo mismo en el
terreno formal que en el religioso. En último término, lo que
allí se nos da es sólo una versión profana y escenificada
del milagro. Leocadia se apodera del crucifijo de su violador no con fines
devotos, sino de eventual identificación o pista detectivesca (p.
379), y todo aquello llega a sonar un poco a la manera del
“¡Industria, industria!” de Basilio en el Quijote (p.
383).
La dificultad intrínseca de La fuerza
de la sangre pone a prueba la abundancia y calidad de los recursos del
crítico, obligado a superarse a sí mismo en el despliegue de
una multitud de menudos y complejos análisis. La historia del milagro
secularizado de Leocadia no deja de ser la más abiertamente religiosa
de las Novelas ejemplares, pero a la vez se presta como ninguna para
desautorizar a los partidarios de ver allí una prédica barata,
basada en la tesis tridentina (p. 353 n.). El Cervantes ambiguo y
problemático, en el que F. nunca ha dejado en realidad de creer, vuelve
claramente por sus fueros en La fuerza de la sangre. El problema de
la íntima religiosidad de Cervantes dista más que nunca de
hallarse resuelto:
Just what Cervantes's most private attitudes and authentic beliefs in religious matters were will probably remain forever a secret, but, if the variety of positions toward religion encompassed by his fiction, some undoubtedly motivated more by the demands of literary genre than by personal conviction, is any indication, it is likely that they were extremely complex and that they may well have been troubled and unstable (p. 351).
9 De oportuno
recuerdo en este punto sería la obsesiva presencia de la sangre (temas
como el del pressoir mystique) en la iconografía estudiada
por E. Mâle, L'art religieux de la fin du moyen âge en
France (París: A. Colin, 1902), pp. 113 y ss.
|
||
4 (1984) | Erasmo y Cervantes, una vez más | 131 |
|
Un aspecto quizás descuidado en esta desconcertante novela es el de sus implicaciones como crítica social, que apenas llega a rozarse y es muy pronto puesto a un lado (p. 364 n.). Pero la imagen de la sangre da mucho de sí en esta época y más aún al proyectarse intencionadamente sobre un fondo toledano, campo de contienda civil donde se había producido el triunfo definitivo de la sangre cristiano-vieja.10 Sangre quiere decir tanto el principio estamental a que servía de base como la casta beneficiaria del mismo. Por eso la novela vale también como parábola sobre la alta nobleza, que ahora no derrama sangre infiel en los campos de batalla, sino sólo la de seres indefensos a quienes para su diversión atropella impunemente por las calles. Dicha censura de la nobleza cortesana y su holganza se hallaba entonces en el aire, y así Cristóbal Suárez de Figueroa en El Passagero (1617):
Síguese, pues, ser toda la culpa, todo el oprobrio, de la buena sangre, del solar notorio y del que en la patria tiene conocido lugar. Nacen aora los que llaman títulos, hidalgos, caualleros y nobles con poca o mucha riqueza. Goza el de los veinte, treinta, cinquenta o cien mil ducados de renta una vida de Eliogáualo, desnudo de virtudes y adornado de vicios, abundoso de regalos, galas, joyas, siruientes . . . . Si les tratan de seruir a su Rey con hazienda y persona, tuercen el rostro y estrechan el ánimo, alegando corta salud y largo empeño. O responde a bien librar, el que se precia de más adelantado, no ser possible salir a la guerra sin plaça de General, por desdezir de quien es seruir en puesto menor, ya que su abuelo o padre murió colocado en los mayores.11
En esta sociedad abusiva los aristócratas (y no los gitanos) miran el estupro como uno de sus privilegios o como cosa de poco más o menos (caso similar de La ilustre fregona). En cuanto a las aristócratas, tampoco tienen mucho que lamentar si se arreglan aceptablemente las consecuencias, conforme a aquello de All's well that ends well. Porque con todo, nos dice F., el mayor milagro de aquella historia consiste en que Leocadia pudiera nunca amar a su odioso violador (p. 363). Claro que no sería la única vez que Cervantes lanzase una mirada perpleja sobre el tono moral de la aristocracia de sangre, sobre sus valores y
10 Sin
entrar aquí en detalles acerca de la agria polémica en torno
al Estatuto del cardenal Silíceo (1547), es de señalar en este
punto su importancia para la génesis de un precedente tan ilustre
como el Lazarillo de Tormes, según acaba de exponer el excelente
estudio de G. A. Shipley, “Lazarillo and the Cathedral Chaplain: A
Conspiratorial Reading of Lazarillo de Tormes, tratado VI,”
Symposium, 37 (1983), 216-41.
11 Ed. R. Selden
Rose (Madrid: Bibliófilos Españoles, 1914), p. 286.
|
||
132 | FRANCISCO MÁRQUEZ VILLANUEVA | Cervantes |
|
rituales de grupo, hallándola tan falta en éste como en otros
terrenos. El código moral de estas gentes cubre sus agujeros con malos
remiendos y sus trapos sucios se lavan de cualquier manera, con tal de que
hayan de quedar entre ellos. En esencia, dicho pragmatismo claudicante
había sido denunciado años atrás, con toda mala uva,
por el médico-bufón Villalobos, cuando advertía cómo
los grandes de este mundo son también “los que con mejor paciencia
sufren el cuerno, y que más presto han gana de satisfacerse con cualquiera
excusación que les den.”12 Una
mirada que hoy diríamos de sociólogo a lo Durkheim comprueba
el dato y lo anota. El “milagro” del amor de Leocadia no tiene
explicación ni la necesita.
El libro de F. supone indisputablemente un
gran avance en lo relativo a ideas de conjunto sobre el pensamiento de
Cervantes. Viene a satisfacer así una necesidad, ampliamente sentida
en las filas de la crítica, de poner al día y aun de rectificar
las tesis de Américo Castro acerca del humanismo cristiano (trabajos
parciales de Bataillon, Vilanova, Avalle-Arce, etc.). También de
ampliarlas en nuevos sentidos, y el mismo autor de estas páginas
señaló en su día la necesidad de incorporar los
Coloquios13 al catálogo de
las más decisivas lecturas cervantinas. Pero ahora acecha el peligro
de reducir la formación intelectual de Cervantes a un virtual monopolio
erasmista, haciendo de él la clase de monstruo que llamamos hombre
de un solo libro. F. comprueba, como no podía menos (pp. 171, 267),
la gran influencia ejercida sobre Cervantes por el empirismo escéptico
y antiesencialista de los médicos filósofos (Sánchez
y Huarte sobre todo), pero rehúsa ver allí ninguna inconsistencia
ni ruptura profunda. En realidad era un fenómeno español de
época, documentable en ingenios tan próximos como el Pinciano
y Jerónimo de Mondragón,14
además de ejemplo palpable del paso del tiempo sobre el humanismo
cristiano, que a fines del XVI
12
Algunas obras del doctor Francisco López de Villalobos ed.
A. M. Fabié (Madrid: Bibliófilos Españoles, 1886), p.
485 (Anfitrión, comedia de Plauto).
13 Generosa
y puntualmente anotado por F. (pp. 20 n., 117 n.).
14 Para la
influencia de Huarte sobre la teoría literaria de fines del XVI, C.
M. Hutchings, “The ‘Examen de ingenios’ and the Doctrine of
Original Genius,” Hispania, 19 (1936), 273-82; E. Torre, Ideas
lingüísticas y literarias del doctor Huarte de San Juan (Sevilla:
Universidad Hispalense, 1977). Sobre la presencia de Huarte en la obra de
Mondragón, A. Vilanova en su edición del mismo, Censura
de la locura humana y excelencias della (Barcelona: Selecciones
Bibliófilas, 1953), p. 29. Para un panorama general, con inclusión
de la probable influencia en el caso de Vidriera, M. K. Read, Juan Huarte
de San Juan (Boston: Twayne, 1981), pp. 107-14.
|
||
4 (1984) | Erasmo y Cervantes, una vez más | 133 |
|
tendía a sobrevivir en la Península bajo extrañas alianzas
que hubieran dejado perplejo a Erasmo. Y hay también otro peligro
en proceder selectiva o unilateralmente con el inmenso cuerpo del humanismo
cristiano, donde se halla Erasmo, pero también Vives y en el que se
dan tantas rectificaciones, avances y retrocesos como para hacer del mismo
un estreno, o al menos anticipo, de nuestra moderna cultura de la
nuance.
Un buen ejemplo vendría dado por la
actitud de Cervantes hacia el gran tema del matrimonio. Si bien todo lo aducido
por F. en torno a la espiritualidad conyugal de La Gitanilla es cierto
y bien documentado, la flexibilidad y latitud de Erasmo en torno al particular
es mucho más amplia y pudo, por tanto, haber legado más de
una hilaza al denso tejido cervantino. Porque la ruptura de Erasmo con el
concepto tradicional del matrimonio cristiano se basa también en una
apologética de menos quilates, que lo presenta como garantía
no sólo de una más fácil salvación del alma,
sino a la vez de una vida cuotidiana más agradable y segura. Nuestro
humanista Juan de Molina traducía así el Encomium
matrimonii de Erasmo: “Mas si en lo de acá buscas un camino
más seguro al propósito del hombre, dígote que es el
estado del matrimonio. Este es el más llano, el más claro,
el más limpio de ladrones, el más alegre y
descansado.”15 Como observa E. Telle,
en un nivel general y profundo, para Erasmo bonum equivale a commodum
y a tutum,16 lo cual supone una actitud
vulnerable y teológicamente rastrera. El matrimonio es entonces la
gran solución de la vida y los consejos de Encomium matrimonii
se dirigen claramente a varones recalcitrantes, que no saben lo que se pierden.
La tradición del humanismo cristiano, vieja ya casi de un siglo,
había tenido la oportunidad de sedimentarse en resultados prácticos
y podía ser conocida y juzgada por sus frutos. En este caso particular,
el concepto erasmiano había pasado en la práctica a imperar
en la praxis matrimonial de las clases burguesas (p. 98), bajo formas no
exentas de aspectos insatisfactorios que no podían pasar desapercibidos
para un observador como Cervantes. Por lo mismo que se hacía tan alta
idea del matrimonio cristiano, debía exasperarle y también
hacerle reír a ratos este instrumentarlo como
15 F.
López Estrada, “Textos para el estudio de la espiritualidad
renacentista; el opúsculo ‘Sermón en loor del
matrimonio’ de Juan de Molina (Valencia, por Jorge Costilla, 1528)”,
Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, 61 (1955), 528.
16 E. V. Telle,
Erasme de Rotterdam et le septième sacrement. Étude
d'evangelisme matrimonial au XVIe siècle (Genève:
Droz, 1954), p. 240.
|
||
134 | FRANCISCO MÁRQUEZ VILLANUEVA | Cervantes |
|
remedio universal, equivalente en su uso a la legitimación del
cálculo más egoísta. Nótese entonces la puntualidad
con que viene a encajar en estas premisas la figura del mismo Carrizales,
con sus ingenuas imaginaciones sobre las realidades de la mujer y el matrimonio,
destinadas a revelársele tan mortalmente en un día de amargo
despertar. Erasmo se halla probablemente implicado también en El
celoso extremeño, pero por un camino muy distinto de los recorridos
por el libro de F.17
F. no ve en Cervantes sino al discípulo
en todo momento fiel, incapaz de distanciarse del maestro y mucho menos de
contradecirlo y cree, incluso, que quienes señalan discrepancias de
este orden lo hacen llevados de un deseo de tender un puente entre las posiciones
extremas de la crítica de Castro (p. 19 n.). Su estudio sobre La
Gitanilla insiste en solidificar el enfoque cervantino del matrimonio
en torno a la postura allí al parecer esbozada: adversa al impulso
pasional, partidaria del consentimiento paterno y de la solemnización
canónica, en
17 Es
de notar cómo Carrizales se hallaba especialmente preocupado por el
deseo de tener herederos legales a quienes dejar su inmensa fortuna:
“Quisiera tener a quien dejar sus bienes después de sus días,
y con este deseo tomaba el pulso a su fortaleza, y parecíale que aún
podía llevar la carga del matrimonio”. Hay en esto una cita puntual
con el énfasis dado a tal argumento en la versión española
del Encomium matrimonii: “Demás desto ¿quién osa
negar quán dulce cosa es, quán desseada y quán de todos
pedida con oraciones tener a quien puedas dexar lo que en esta vida con tantos
trabajos has allegado, y d'quien biviendo gozes y en quien después
de muerto bivas? Esto, claro es que sin matrimonio no lo puedes alcançar.
Y si buscas heredero avido no como debes, ni tu amor natural goza a derechas
con él ni las leyes, sino torcidas, le consienten que reciba tu
heredad” (López Estrada, “Textos,” p. 524).
Después, el hijo hipotético le cuidará en los achaques
de la vejez y le enterrará también piadosamente, de modo que
vendrá a ser “quien escuse que tus bienes no passen a manos de
estrangeros y a vezes vengan a poder de tus enemigos. En fin, que apenas
muriendo, mueres, antes partes de acá más conforme con la voluntad
del Señor y más consolado quando piensas cómo tus
cosas quedan también ordenadas” (ibid., p. 525. Los
subrayados indican los excursi introducidos por Juan de Molina). Como
se ve, ni Erasmo, ni el traductor, ni Carrizales cuentan para nada con la
realidad personal y humana de la mujer que ha de parir ese hijo idealizado.
Téngase en cuenta que la idea de la decisiva responsabilidad del marido
en la marcha del matrimonio (Shakespeare en The Taming of the Shrew)
había sido una radical innovación de Erasmo, frente a toda
la herencia de misoginia patrístico-medieval (Telle, Erasme,
p. 182), radicalizada por Vives en su De officio mariti (1528). Cervantes,
como ladrón de casa, los atrapa en sus mismas ideas, mostrándolas
corno vehículo del puro interés masculino y, sobre todo y en
el fondo, meras especulaciones de célibes como Erasmo o crepusculares
semicélibes como Vives. Una vez más, la grande, simple e
irónica tesis novelística de Cervantes viene sólo
a confirmarnos que el ser individual y su existencia son un'altra
cosa.
|
||
4 (1984) | Erasmo y Cervantes, una vez más | 135 |
|
una feliz alianza conformista entre el Roterodamo y Trento. Pero hay aquí
una dosis de simplificación en ambos sentidos, porque Cervantes
manifestó en otras ocasiones18 sus
claras simpatías por el mutuo consentimiento, mientras que el posterior
acuerdo entre Erasmo y Trento ha de ser considerado como accidental, pues
se limita a prohibir los matrimonios clandestinos, pero sin extenderse a
sus implícitas simpatías por el divorcio ni a su concepto
escasamente sacramental del connubio.19
Además, la historia de La Gitanilla no deja de ser,
a fin de cuentas, sino la de dos jóvenes que se atraen y que, a partir
de la gitanización de él, se consideran prácticamente
desposados, aunque pospongan por prudencia el uso del matrimonio. Consentimiento
familiar y bendiciones nupciales entran allí por la puerta falsa de
la peripecia, porque el autor no quiere suscitar más dificultades
a su admirable pareja, creándoselas a sí mismo todavía
mayores. Con todo ello, la novela viene a quedar, todo lo más, en
ambiguas tablas respecto a su “ejemplar” cumplimiento con la Sociedad
y con la Iglesia, vueltas una misma cosa.
Ni tampoco queda tan probado que Cervantes
marche a remolque de una legitimación de la sexualidad conyugal acarreada
por Erasmo.
18 Conforme
a los casos enumerados por Castro en El pensamiento de Cervantes
(Barcelona: Noguer, 1972), p. 376, n. 74, F. rechaza la validez de la
mayoría de tales ejemplos, suponiéndolos exigidos por la presencia
de esquemas narrativos de tipo caballeresco (p. 154 n.). Según el
mismo, Cervantes se hallaba, igual que Erasmo y Vives, netamente en contra
del matrimonio “por amores,” reductible para la época a
una sinonimia con el matrimonio clandestino. No sería así cierto
que mirase con simpatía tales uniones y mostrara las tragedias del
matrimonio desligadas del impulso pasional de los jóvenes. Cita en
su apoyo el episodio de Leandra en el Quijote, el de Ortel Banedre
en el Persiles y las novelas de La Gitanilla y La ilustre
fregona. Pero el caso de Leandra no es, en absoluto, una tragedia matrimonial
y el del polaco tampoco un casamiento por amor, sino el capricho lujurioso
de un hombre (de nuevo) entrado en años por una mozuela de mesón
(eco de Guzmán de Alfarache y Gracia). Queda, por último,
firmemente en pie la observación de Castro acerca de la manera casi
siempre forzada o adventicia como Cervantes rodea las ceremonias canónicas
a través de artificios “llovidos del cielo” (El
pensamiento, p. 377).
19 Como insiste
E. V. Telle, Erasmo iba, en último término, tras un concepto
contractual y de utilidad puramente civil del matrimonio, más conforme,
esta vez, con el ideal del mismo en el Viejo Testamento (Erasme, pp.
161 n. 16, 419-420). Por este camino terminaba por abrirse al divorcio,
pareciéndole el matrimonio clandestino uno de los mejores argumentos
en tal sentido (pp. 209, 407, 420). Catalina de Aragón, poco satisfecha
con la Institutio matrimonii christiani, no logró de él
su deseo de un De servando coniugio (p. 406).
|
||
136 | FRANCISCO MÁRQUEZ VILLANUEVA | Cervantes |
|
Como aquí mismo se reconoce (p. 105), la convicción de éste
fue fluctuante, dictada al compás de su polémica antifrailuna
y de circunstancias externas como el divorcio de Enrique VIII. Ni es tampoco
del todo lícito separar en este punto a Erasmo de Vives (p. 103),
pues al fin y al cabo partían de los mismos principios y hasta en
el Enchiridion cabe leer que los casados imiten a Cristo y su Iglesia,
“id est, quam minimum habet turpitudinis, plurimum foecunditatis; in
nullo enim vitae statu non turpissimum est servire
libidini.”20 Aunque en el bandazo supuesto
por el Encomium matrimonii defendiera la natural aspiración
al goce sexual, no hay en Erasmo especial sensibilidad para la mujer entendida
en sus propios términos, ni planteamientos de aun lejano sentido
feminista. A su Uxor mempsigamos, que está harta de un marido
vicioso, sólo se le dan unas cuantas lecciones de paciencia y
resignación heroicas, en espera de que así mejoren las cosas.
Ni tampoco se ve en Erasmo ninguna apertura hacia la dignificación
del erotismo femenino, como de un modo algo más que implícito
hace Cervantes a través de la figura de Dorotea en el Quijote.
F. reconoce (p. 42) el alegato de Boccaccio sobre el derecho del ser humano
a la satisfacción del instinto como una fase superada tras su escandaloso
aserto en El viejo celoso. Pero Cervantes ríe y compadece a
la vez, cuando las desdichadas reclusas de Carrizales enloquecen ante la
promesa de los polvos21 que ha de
traerles Loaysa y que se hallan destinados a materializarse como un decepcionante
ungüento. En éste, como en tantos otros aspectos, Cervantes fue
anticipo, pionero y no epígono. Y todo esto no es dar ni quitar
razón a Américo Castro.
La presencia de Erasmo y el humanismo cristiano
en Cervantes resulta, desde luego, primordial y probablemente decisiva dentro
de su mapa intelectual. Parece, en cambio, dudoso que pueda ser caracterizada
como un gravitar continuo y sin alternativa, porque su sentido,
20 El
párrafo completo en la traducción española del arcediano
del Alcor (1526): “Si eres casado, mira quán honesta cosa es
guardar limpieza al matrimonio y procura que el ayuntamiento tuyo y de tu
muger parezca en quanto fuere possible a aquellas santíssimas bodas
de Christo con la Iglesia, cuya figura representa las tuyas, y assí,
entre otras cosas en que han de ser semejantes, ha de ser una que
en ellas se aya más respeto a la fecundidad, que es aver hijos
para la gloria de Dios, que no a la delectación carnal, pues es
lo de menos. Ca no ay estado ninguno en esta vida en que no sea cosa muy
fea y ajena de toda honestidad servir a lo carne y andar a su voluntad”
(El Enchiridion o manual del caballero cristiano, ed. D. Alonso [Madrid:
RFE, 1932], p. 386-87).
21 Los anotadores
no han aclarado aquí su acepción de ‘coito,
fornicación,’ tan común en el habla de entonces como en
la de ahora.
|
||
4 (1984) | Erasmo y Cervantes, una vez más | 137 |
|
en aquel momento español, era liberador y coincidente con la idea
de un pensamiento no dogmático: venía así a abrir
perspectivas y no a constreñirlas. Por lo demás, lo que a Cervantes
le interesaba era la dimensión humana y relativa de los problemas,
y no las soluciones de orden doctrinal, con las que nadie ha podido hacer
buenas novelas. Erasmo nunca lo intentó.
Cervantes no será nunca apresado por
cierta clase de redes, porque su arte consiste precisamente en el deslizamiento
valorativo de cuanto narra. Y si no: ¿de cuántas maneras cabe
enfocar un mero resumen argumental de La Gitanilla? Sobre todo, es
preciso rechazar la tentación de imaginario como un scholar,
entregado al estudio con rigor, materiales y metodología a modo de
los aquí desplegados por F. con tanta brillantez. En la mayoría
de los casos sus esquemas conceptuales se proyectan a través de una
expresión deliberadamente ambigua y la técnica más depurada
no puede reconstruirlos si no es entre amplios márgenes de riesgo
extrapolador. El pensamiento de Cervantes ofrece una amplia coherencia, pero
no rigideces. En realidad, la familiarización de Cervantes con Erasmo
debió ser un irreconstruible proceso de lecturas aisladas, no exhaustivas
ni cronológicas, paralelo a todo el curso de su vida. Proceso por
definición abundante en lagunas e interregnos propicios tanto a olvidos
y metamorfosis como a la reflexión crítica, cambios de foco
y fluctuaciones estimativas. Esta matizada respuesta a un planteamiento en
bloque del humanismo de Cervantes supone, desde luego, un nuevo y muy alto
desafío a la pericia y laboriosidad de futuros investigadores. Pero
también, es de presumir, una promesa de abundantes e insospechados
logros.
HARVARD UNIVERSITY |
|
Fred Jehle jehle@ipfw.edu | Publications of the CSA | H–Cervantes |
URL: http://www.h-net.org/~cervantes/csa/articf84/marquez.htm |